LUMINOSO RESPLANDOR DE AUSENCIA
Allí, en el diván del desconsuelo,
        duerme mi amante sobre la cama,
extinguida como una crisálida, con las manos henchidas
                                                                           como los ojos.
Expiró su último pensamiento en la mecedora
                                                        de los desafortunados,
con los párpados asolados escrutando el único
                                                                  momento
donde el final inicia una despedida con pañuelos verdes.
El agua se encarna en un espectro en las angulosas
                                                                           penumbras
de su vagina, dando cobijo en el regazo a los átomos
                                           que escapan salpicados de sus faldas
hacia las dunas inconscientes como una parábola inconclusa.
Esa carne suya la trascura el viento, la portará
                            como ceniza en un libro antiguo,
esto no es mujer: era la feminidad de
                                             un puñado de tierra,
los senos que mordisquean las hormigas en
                                                       la curvatura de un espejo.
Todavía aún ella juega a ser reina de la noche,
               enquistada como una onda en la peregrina sombra
                                                              de la tragedia,
               esto no es un sueño: era la indescifrable
                                                                       melancolía,
               el péndulo que retorna a su espacio indeciso
               como una gota perdida.
martes, 9 de junio de 2009
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