martes, 9 de junio de 2009

3

LUMINOSO RESPLANDOR DE AUSENCIA

Allí, en el diván del desconsuelo,
duerme mi amante sobre la cama,
extinguida como una crisálida, con las manos henchidas
como los ojos.

Expiró su último pensamiento en la mecedora
de los desafortunados,
con los párpados asolados escrutando el único
momento
donde el final inicia una despedida con pañuelos verdes.

El agua se encarna en un espectro en las angulosas
penumbras
de su vagina, dando cobijo en el regazo a los átomos
que escapan salpicados de sus faldas
hacia las dunas inconscientes como una parábola inconclusa.

Esa carne suya la trascura el viento, la portará
como ceniza en un libro antiguo,
esto no es mujer: era la feminidad de
un puñado de tierra,
los senos que mordisquean las hormigas en
la curvatura de un espejo.

Todavía aún ella juega a ser reina de la noche,
enquistada como una onda en la peregrina sombra
de la tragedia,
esto no es un sueño: era la indescifrable
melancolía,
el péndulo que retorna a su espacio indeciso
como una gota perdida.

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