martes, 30 de agosto de 2011

12

En los enigmas alborotados de tu sonrisa,
en la rosada y carnosa boca
de tu irisado encantamiento
se descifra la clave
de la felicidad del hombre.

Es allí, en el centro del laberinto
donde es posible alcanzar el sosiego y la paz,
donde la dicha infinita es el regalo generoso
que tu alma, las esencias cristalinas de tu enigmático interior,
otorga a quienes acariciaron y mimaron
su geografía,
a los amantes perfectos.

Eres tú la insignia del amor, la primavera eterna
que se instaura cuando besan tus labios,
cuando se desborda el mar y sus olas inundan
la espesura planetaria,
cuando la plenitud se humedece
y exhala salitre.

Esas gotas
que descienden del abismo
y quedan suspendidas en la entrada del paraíso,
son perlas que embellecen tu melena,
son flores que regalas
a los enamorados que abrieron el cofre
y vieron la luz de tu tesoro,
que desvelaron el misterio nacarado,
el femenino secreto que ocultas,
en la bóveda del placer.

Tu carnal presencia es la inspiración,
es la poesía que empapa tu cabello
con las escarchas de la simiente,
que impregna tu sangre
de semillas voladoras y metáforas,
de masculinas almas.

Cuando sonríes, yo quiero estar cerca
para ver ese guiño con forma de corazón,
esa invitación a entrar en lo oculto
en la intimidad sagrada.

Es tu risueño semblante la alegría del poeta,
la señal inconfundible de las noches en vela
sólo pensando en ti,
amando tus ausencias y presencias imaginarías,
enloquecido en la burbuja del arte
en la pasión de desearos
y cautivar con versos
la soledad.

martes, 16 de agosto de 2011

11

MALDITOS HIJOS

Yo soy el más imperfecto de los poetas que he conocido
que escribe con lápiz de piedra a la destrucción,
el humano menos hombre de todos los insensibles,
el herido de muerte por una cicatriz en la superficie
del lodo que cubre las paredes de un libro,
el escribidor más agónico de los muertos vivientes,
el menos niño de las almas sensibleras,
me pierdo en las tinieblas de los mares
que sordo me hacen beber agua salada,
y contemplo como cada hijo mío
cada día envejece más y más lentamente,
cómo pierden la belleza de la juventud
más y más lentamente,
y los odio porque también he envejecido
sin amamantarles una sola noche,
más y más lentamente,
porque jamás les he amado ni les he besado
más y más lentamente,
porque se han resbalado derramados por el corazón
oscuro de la máquina de escribir
más y más lentamente,
que cuando he visto a su madre se me ha caído al suelo
y mis hijos subnormales lloraron odiándome
más y más lentamente,
a través de los huesos de mi sepultura
y desgarran las entrañas de los gusanos que me devoran
más y más lentamente
en una lápida de papel blanco que se oscureció
al llegar la hora de escribir otro poema
más y más lentamente
sobre un incendio de cenizas que me quemó vivo
cuando mis hijos murieron el mismo día que su padre
más y más lentamente,
y me asfixiaron con la amargura que les había dejado en la sangre
ahogándose en las lágrimas de sus hijos
más y más lentamente,
hasta que llegaron los otros sepultureros
más y más y más lentamente
a desenterrar a las palomas que escribí en las tardes de invierno.